El pasado lunes por la tarde cambié radicalmente de actividad. Bueno, quizás no tan redicalmente como esperaría, pero dejé de a un lado la tesis, la paleontología, la divulgación y las frikeces varias para meterme en la cocina y jugar con la harina. Si, así es. Con motivo de mi no-cumpleaños, me dije «vamos a celebrarlo con galletas». Pero no podían ser galletas cualquiera. Como amante de todo lo celta y/o británico, me decanté por unas «shortbreads» a la escocesa.
Pero nunca consigo dejar a un lado tantas cosas. Y menos las que me proponía. Así que, prácticamente sin darme cuenta y sin preocuparme por ello, me vi modelando motivos paleontológicos con la masa de las galletas. La cosa empezó presuntuosamente con dinosaurios: había saurópodos, terópodos, estegosaurios y ornitópodos. Pero cuando tienes que modelarlas a mano una a una, te cansas, y empiezas a alternar con galletas más fáciles. Y es ahí donde llegamos a la parte principal de este post: me puse a hacer icnitas. Mis icnitas favoritas, por mucho que sea sauropodero, son las tridáctilas. Al fin y al cabo, son la icnita por excelencia.
Algunas de las formas antes de entrar en el horno…
Pues allí estaba yo, tan feliz con mis icnitas y dinosaurios en el horno, modelando las siguientes, cuando fui a asomarme a ver cómo iban las que estaban en proceso. Y ¡horror! Las formas estaban «cambiando». La masa, pese a haber estado enfriándose en la nevera antes de meterse en el horno, estaba «acomodándose», y sus bordes parecian perder integridad. Vaya, que se estaban «espachurrando». Y lo curioso es que, muchas icnitas que previas a entrar en el horno hubiese considerado como terópodas, además de acabar siendo variopintas, terminaron pareciendo ornitópodas.
Comparación de la icnita antes de hornear y después.
Pero vayamos por partes para los nuevos en esto:
«Icnita» es el término científico que usamos para nombrar a las huellas fosilizadas, ya sean de dinosaurios u otros vertebrados. En general, cualquier huella fósil, sea del ser vivo que sea, recibe el nombre de «icnofósil«.
¿Cómo es posible que se conserven las «huellas»? Pues al contrario de lo que mucha gente suele pensar, no tiene nada que ver con que estos animales pesaran mucho y dejaran huellas en la roca… en el momento en que estos animales dejaron su rastro, el suelo que pisaban era probablemente un barro o arena húmeda. En ocasiones, este sustrato, además, tenía láminas algales o biofilms. Y fue al ser enterradas estas huellas, que pudieron conservarse. Con el paso del tiempo, estos sedimentos pasaron a ser rocas sedimentarias, y los restos de ornagismos contenidas en ellos, fósiles. Y las huellas, icnitas. Voilà!
Pero centrémonos. Podéis hacer la prueba cualquier día que os acerquéis a una playa. Al andar por la arena húmeda o una zona de barro, podéis dejar variedad de huellas. Según andéis, corráis, o trotéis, las huellas, además de aparecer en un rastro diferente, pueden llegar a ser diferentes. Y según el suelo esté más húmedo o menos, también pueden variar. Y si encima, justo después de pasar vosotros, una ola las barre, pueden borrarse o «atenuarse».
Y a eso mismo me recordó la experiencia repostera: la masa de las galletas, cual sustrato húmedo, permitía dejar huella, pero al derretirse la mantequilla en el horno, la morfología resultante fue levemente diferente a la esperada. Lo mismo que si hubiese dejado mi huella en un sustrato muy húmedo…
Los paleontólogos que se encargan de estudiar los icnofósiles son los paleoicnólogos, y ciertamente me parece que hacen un trabajo brutal, que pocas veces se les reconoce. Porque si interpretar un resto directo de un animal cualquiera, ya tiene su dificultad, cuando el resto es indirecto esta dificultad se duplica! Si queréis leer más cosas sobre icnitas, podéis pasaros por «El Vinosaurio«.
Y ahora, por petición popular, la receta de mis icnitas:
400 gramos de mantequilla
200 gramos de azúcar moreno
600 gramos de harina
Simplemente se mezcla toda la masa (si, se acaba mezclando todo, hay que tener confianza!) y luego, o se aplana con un rodillo y se cortan las formas, o se modelan a mano si quieres darles una forma personalizada. Y al horno a unos 160ºC. Si véis que en la primera hornada se os deshacen mucho, probad a meterlas antes en la nevera, o a añadirle un poco más de harina… Y agradecer desde aquí a Dagmar Project por sus consejos gastronómicos.
Shortbreads terminadas
¡Y ya está! Este extraño post gastronómico-paleontológico participa en el I Carnaval de Geología, cuyo promotor y primer blog anfitrión es «Un geólogo en apuros» cuyo autor es @nchazarra.
Y recordaros que hoy mismo da comienzo el II Carnaval de Biología en el blog «La Muerte de un Ácaro» de @SergioEfe.
Mmmm, que ricas galletas… ¡Quien se hubiese levantado hoy con unas buenas y dulces icnitas (o como algunos llaman por aqui: ignitas xD).
Además, viene bien recordar la existencia de estas porque mucha gente se olvida que además de los huesos también quedan las pisadas… ¡y que son una buena fuente de información!
¡Muchas gracias por participar en el @geocarnaval!
Me has dejado de piedra,
Tengo un apartado en la tesis que es sobre los procesos por los que una huella de un terópodo puede tener forma ornitópoda. Nunca pensé que el paso por un horno podría pasar de una icnita Bueckeburgichnus a Amblydactilus. Por lo tanto extrapolando conceptos, ¿es posoble que por metamorfismo las huellas puedan cambiar tanto de forma? La respuesta es que tengo que empezar a meter menos horas.
Gracias Pako por este post, me ha gustado mucho (¿las galletas estaban buenas?)
El paso de Bueckeburgichnus a Amblydactilus en el registro fósil real sólo creo que pueda darse cuando el sustrato tenga un 50% de mantequilla… XDDDD
Y si, las galletas salieron rebuenas! XD
jaja, muy buen post!
pobres doctorandos en paleoicnoloia de dinosaurios; por si habia pocas dudas en el tema, ahora entra otro factor en juego, la mantequillez del sustrato
Por ciertos, dos nuevas figuras de Papo para este 2011.Un Styracosaurus y un Ankylosaurus…
Mmm, tengo que probarlas 😀