Bueno, supongo que tener un blog semejante está pidiendo a gritos que publique algo acerca de nuestro último artículo. Y como toda historia tiene un principio: soy un enamorado de los terópodos. Los terópodos son los dinosaurios carnívoros, esos maravillosos depredadores que nos hacen pensar en los dragones legendarios, capaces de romper alambradas, comerse abogados escondidos en retretes, abrir puertas, pensar, planear ataques y liarla parda en islas de la costa de Costa Rica o en las calles de San Diego. ¿A quién no le van a gustar? ¿Me vais a culpar acaso?
Wikimedia
El caso es que, tras empezar mi tesis en saurópodos (los cuellilargos, sus parientes buenos, vacas grandes simpáticas que estornudan sobre niñas aficionadas a la informática) llegó a mis manos una colección de dientes de terópodo que se habían ido recogiendo durante 10 años de excavaciones y prospecciones en Riodeva, y me dije «aquí hay tema».
El primer paso fue agotador. Leer decenas de artículos de gente que había tratado de identificar dientes sin mucho éxito, mientras repetían en sus introducciones que los dientes de terópodo habían demostrado ser útiles para la clasificación a rangos altos. ¡Los coj*nes! Pero claro, no deja de ser cierto, y yo mismo me encargué de añadir la cita a nuestro artículo. Lo cierto es que si, los dientes pueden llegar a clasificarse a niveles altos. Esto significa que podrás llegar a decir a qué grupo pertenecieron, pero nunca a qué dinosaurio concreto. Puede que con herbívoros se pueda llegar a más, pero en terópodos es una locura.
Tres dientes, tres terópodos. Bueno, en realidad hay 28 dientes.
Tras empaparnos de bibliografía llegó el momento de pasar largas horas observando los dientes a través de una lupa y tomar medidas. No es que los dientes fuesen todos pequeños, sino que poseen bordes aserrados, y la forma y abundancia de estos dentículos de sus sierras es importante en las clasificaciones. Tras esas largas jornadas, parecía que teníamos tres grupos diferentes. Pero claro, uno no se puede fiar de su opinión sin más, porque al fin y al cabo somos científicos, así que acudimos a nuestra amiga la estadística!
Un análisis cluster (de agrupación) usando todas las variables e índices medibles en los dientes nos agrupó felizmente los dientes en tres maravillosos grupos que encajaban con los que habíamos intuído a simple vista. ¡Maravilloso, espectacular! Así que nos animamos e hicimos unos cuantos tests más.
Luego llegó el momento de enfrentar las características de nuestros grupos con los dientes ya descritos. Y he aquí una carencia de los estudios de dientes de terópodo, incluído el nuestro: tratan con dientes sueltos, pocas veces se hacen sobre dientes pegados a mandíbulas pegados a esqueletos completos. El asunto se resume en el cuantomás. Cuantomás tenemos, menos lo valoramos. Así que cuando se tienen esqueletos completos maravillosos saludando al excavador desde el sedimento nadie se pone a medirles la abundancia de dentículos en los dientes. Eso es demasiado underground, y lo dejan para gente que, como nosotros, sólo tienen dientes que estudiar. Pero existe gente buena en el mundo, como Smith y colaboradores, que hizo una revisión maravillosa de los dientes de muchos dinosaurios terópodos bien conocidos. Así que nos hicimos íntimos amigos de Smith et al durante el proceso.
Los resultados fueron los siguientes: El primer morfotipo, compuesto por un único diente gigantesco, de 98 mm de altura de corona, parecía ser afín a los Carcharodontosaurios o Megalosaurios. El segundo grupo, un puñadete de dientes medianos, parecía ser afín a los Alosaurios, y un último grupo de pequeños dientes presentaba afinidad con los Dromeosaurios.
Bicho portador del diente grande o Morfotipo A. O algo así.
El primer gran diente ya había sido descrito en 2009 por Royo-Torres et al, y lo asignaron a un Allosauroidea (gran grupo que incluye a Allosaurus, Carcharodontosaurus y sus primos) porque por aquel entonces los Megalosaurios estaban resacosos y Benson en 2008 había recomendado cogerlos con pinzas. Pero los tiempos habían cambiado, y además de que España ganase un Mundial, los Megalosaurios habían vuelto con fuerza, gracias a una revisión exhaustiva de Benson en 2010. Y la mala leche de los Megalosaurios es que tienen dientes muy semejantes a los Carcharodontosaurios. ¡Y muy grandes, también! Por eso, el Morfotipo A tuvo que quedarse en «Tetanurae indet.» aunque sabemos que se puede afinar más y decir que se trata de un Tetanuro no Coelurosaurio, y más concretamente, un Carcharodontosauria o un Megalosauridae. «Pero espera, ¿un Carcharodontosaurio en el Jurásico terminal? ¿Qué te has fumado?» puede que estéis pensando. Pues bien, Rauhut 2011 describe el primer Carcharodontosaurio Jurásico en las faunas de Tanzania, el Veterupristisaurus. Así que, por poder, puede. ¡Fuese lo que fuese, un bicho grande!
Bicho portador de los dientes del Morfotipo B.
El segundo morfotipo de dientes nos lleva a los Allosaurus del Jurásico Norteamericano, el típico bicho cazando Diplodocus y Stegosaurus en la Formación Morrison, pero también en el Grupo Lourinha en Portugal. Así que, si bien sólo podemos decir que son semejantes y jamás asignarlas a un género concreto, no sería raro tener un primo (como mínimo) de Allosaurus por aquí.
Pequeñito pero matón. Morfotipo C.
Pero el tercer morfotipo… ¡ah! ¡Pequeños cazadores emplumados! Ver como las características de nuestros dientes del morfotipo C se agrupaban con los raptores en varios análisis no tuvo precio, y más cuando las características de sus dientes encajan tan bien. Los Dromeosaurios son el grupo llamado informalmente «raptores» desde la saga de Párque Jurásico. Son un grupo predominantemente Cretácico, pero ya se habían descrito pequeñas evidencias de raptores en el Jurásico europeo, como en Alemania o Portugal. Así que, una vez más, no era raro que aparecieran por aquí.
Los tres Reyes Magos
El trabajo fue inicialmente llevado como póster a la 9ª edición del Encuentro de la Asociación Europea de Paleontólogos de Vertebrados, y posteriormente se mandó el artículo extenso a la revista «Palaeobiodiversity and Palaeoenvironments» (Paleobiodiversidad y Paleoecosistemas) porque en ella iban a publicar los artículos de semejante congreso. Y lo cierto es que no podría ser más apropiado el título de la revista, porque nuestro estudio aporta datos sobre la biodiversidad en un ecosistema extinto. El ecosistema en el que vivieron gigantes como Turiasaurus, Losillasaurus o Dacentrurus.
Y hasta aquí este cuento teropodiano.
Referencia de nuestro trabajo:
GASCÓ, F., COBOS, A., ROYO-TORRES, R., MAMPEL, L. and ALCALÁ., L. 2012. Theropod teeth diversity from the Villar del Arzobiso Formation (Tithonian-Berriasian) at Riodeva (Teruel, Spain). Palaeobiodiversity and Palaeoenvironments, 92(2): 273-285. Link.
NOTA: La investigación desarrollada por investigadores a lo largo y ancho de la Tierra es posible gracias a la inversión en I+D. Además, muchísimos investigadores hemos estudiado toda nuestra vida en centros educativos públicos. NO A LOS RECORTES. Gracias.
Este post participa en la XIII edición del Carnaval de Biología en «Caja de Ciencia«.
Congrats again, Pak!