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Un Pakozoico temprano fotografiando un ammonite. ¿Un QUÉ? ¡Sigue leyendo! |
Cuando alguien se entera de que eres paleontólogo y estudias fósiles hay una serie de temas recurrentes que salen inmediatamente. Uno es que te pregunten si había dinosaurios en España. Otro es hacer la broma con políticos. Y uno MUY recurrente es comentar los fósiles que ellos mismos han recogido en su pueblo. Y muchas de esas veces se hace referencia a «caracolas» y se explican como que «antes el mar llegaba hasta aquí».
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«Todo esto antes era mar, Simba» |
El mar, evidentemente, sube y baja, pero que en las montañas se encuentren fósiles marinos tiene poco que ver con ello. ¡Imaginad la cantidad de litros y litros de agua que harían falta para que el mar subiera casi 1000 metros de altura! ¡Qué locurón! La verdadera explicación está en las propias montañas: no es que el mar llegase hasta tan alto, es que las montañas no estaban allí.
A la vista de la vida de un hombre ocurren pocos cambios en el medio en el que vivimos. Quizás, en el peor de los casos, vemos desaparecer un bonito bosque por especulación inmobiliaria y donde antes se recogían setas luego hay una urbanización, pero ese es otro tema. El caso es que, cuando empezamos a contar el tiempo no por años, sino por décadas, siglos o milenios, la cosa cambia. Vemos el perfil de la costa cambiar, vemos los ríos erosionar sus valles, las nevadas erosionar las duras rocas… Esto ya es más común que se contemple como «el efecto del paso del tiempo». Sin embargo, lo que cuesta más imaginar es que la tierra que pisamos no está quieta.
La superficie terrestre está formada por una serie de grandes masas o
placas tectónicas. Por efecto del calor interno de la Tierra, estas placas están en continuo movimiento. Se forma nueva corteza terrestre, otra se destruye, y las placas existentes se mueven unas respecto de otras, rozan, chocan… Y precisamente cuando chocan, se arrugan. Y es así como se forman las montañas. Y la roca arrugada que sobresale en su momento estaba
tan pancha en horizontal. Incluso, remontándonos más atrás en el tiempo, incluso era una acumulación de arena y barro en la costa. Y claro, en la costa se acumulan conchas de animales marinos. Y así es como acabamos viendo «caracolas y ostras petrificadas» en el monte cuando vamos al pueblo.
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Árbol evolutivo o «cladograma» de los Moluscos. La sepia representa a los Cefalópodos. |
Si bien las «ostras» son comunes (por ser más técnicos, el grupo de los «ostréidos»), no siempre que la gente habla de ostras lo son. Las ostras actuales son un grupo de moluscos pertenecientes a los bivalvos (llamados así por tener, como su nombre indica, dos valvas), pero hay otro grupo de invertebrados que «imita» la forma de los bivalvos sin ser siquiera moluscos. Se trata de los «braquiópodos».
En cuanto a las «caracolas», aunque evidentemente se pueden encontrar caracoles fósiles, la mayoría de veces no lo son. En muchas ocasiones se les llama «caracolas» a fósiles como este:
Este grupo de fósiles son los
«ammonites». Pertenecen a los moluscos, si, pero no son del grupo de los caracoles, sino que están más emparentados con ¡los calamares! Así es, los ammonoideos (nombre que recibe todo el grupo) fueron unos moluscos que, si bien tenían concha enrollada como los caracoles, en realidad su parte blanda estaba provista de tentáculos y tenía mucha semejanza con las sepias, pulpos y calamares. No en vano todos ellos forman parte del grupo de los «cefalópodos». En la actualidad hay unos bichejos semejantes, los «nautilus» que podemos ver en algunos acuarios. Son también cefalópodos, pero no pertenecen a los ammonoideos.
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Nautilus. ¡Si, como el submarino del Capitán Nemo! |
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Reconstrucción de un Ammonoideo. Nada de caracola, ¿eh? |
Todo un bichejo, desde luego: concha que recuerda al caracol, cuerpo que recuerda a un calamar. no es de extrañar que se les acabase dedicando un
Pokémon…
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Omanyte. Hasta el nombre recuerda a su origen… |
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